Epilefo: El Blog Oficial

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Chico Mexicano, osea de Mexico.

sábado, julio 21, 2007

Boston: MIT y Harvard


En esta foto, Felipe en el campus del M.I.T. (Massachusetts Institute of Technology)




La Bahía de Boston en un día soleado.




Otra vista de la Bahía de Boston con los yates. Al fondo a la izquierda se ve el Prudential Building. El edificio mas alto de Boston.

Boston: Harvard


Felipe afuera de las famosas puertas de Harvard.



Otra vista de las puertas. Cuando la escuela fue construida en los 1600's, estas puertas eran el limite de la escuela. En la actualidad el campus ha crecido y muchos edificios estan fuera del campus original.



Vista del campus visto desde la calle.



Estacion del Metro y de autobuses localizada bajo el campus de Harvard.



miércoles, julio 11, 2007

El viaje a Boston y New York--Primera Parte


He descubierto que tengo mucho que decir sobre mi viaje a Boston-New York, asi que intentare escribir por partes mis vivencias en la Costa Este.

Felipe
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“Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días.”
Ernesto Sabato, “La Resistencia”



Me subí a ese avión con la ineludible certeza de que ese viaje lo cambiaría todo. De que todo era posible. Todo me sabía a ansiosa espera, a la hora de partir, a la hora de llegar, a la hora de hacer esto o aquello, pero sobretodo, todo me sabía a libertad. Había llegado la hora de partir por mí mismo, de activar mi sentido de sobrevivencia, de salir del seno familiar, de andar mi propio camino, de actuar de propia y soberana voluntad, pero también me sabía a responsabilidad personal. A saber que cualquier cosa que hiciese dependería de mi propio criterio. Era hora de la prueba de fuego: mi primer viaje completamente solo. Hasta ese momento, todo lo que sabía, todo lo que había vivido y que tal vez toda la gente que había conocido estaba relacionada de alguna manera a mi mundo habitual, a mi zona de confort. Por primera vez en mi vida, estaría lejos, claro haciendo lo que me gustaba hacer, pero solo al fin y al cabo. La espera había terminado, el día había llegado. Ese viernes 15 de junio marcaba dos periodos de mi vida: el final del trimestre escolar y del año escolar y el principio del verano, las vacaciones y la libertad, e inadvertidamente, algunos gramos más de madurez. Debo admitir que hasta ese día no había tenido la oportunidad de programarme neurolingüísticamente. Mis exámenes finales me habían dejado tan exhausto, que difícilmente tuve la oportunidad siquiera de darme cuenta a dónde me dirigía. El destino del viaje ya lo conocía, sin embargo, todo lo que en él se comprendía, no lo había asimilado aún. Llegué al aeropuerto de los Angeles con tiempo de sobra como para caminar lentamente con la calma que solo los viejos gozan. Me dirigí al mostrador, completé los trámites de rigor, y me dirigí a la sala de espera. Vi a mis papás y a Adela desaparecer entre un mundo de gente. En ese momento supe que el viaje había comenzado. La sala de espera parecía estar ubicada en el lugar más recóndito del aeropuerto. Sin embargo, disfruté la larga caminata. Después del largo trayecto, llegué a la terminal donde esperé con ansia la hora de abordar el avión que me conduciría al otro lado del país, donde conocería el Atlántico, donde conocería nueva gente, nuevas ideas, y donde hacía cientos de años, en 1630, un grupo de colonos ingleses puritanos desembarcaran en pos de una nueva vida, e irónicamente, en pos de la libertad. Todo el viaje transcurrió en calma. Excepto por la ocasional tubulencia, el avión parecía estar supendido de la nada. Dormí poco. En parte por la emoción y en parte por el hombre sentado en frente de mí que no paraba de moverse en su asiento. Sin darme cuenta pasé por al menos diez estados diferentes, y tres zonas de tiempo: de mi habitual pacífico, luego a montaña, mas tarde a central, y finalmente a costa este. A eso de las 5 de la mañana, hora de Boston, el sol que se asomaba por la ventanilla me despertó con una luz repentina y cegadora, apenas tendría una hora dormido así que hice mi mejor esfuerzo por ignorla y regresar a los brazos de Morfeo. Transcurrieron varios minutos y sin poder hacer nada para ‘apagar’ el sol, decidí que era tiempo de despertar, aunque de acuerdo a mi reloj biológico eran apenas las 3 de la madrugada. Después de algunos minutos me asomé por la ventana, y entonces, y solo entonces empecé a comprender la magnitud el viaje. El paisaje era extraño, el ambiente se veía extraño, hasta el sol lucía diferente. Una extraña sensación me invadió por completo. Mis planes y mi zona de confort se acababan en el momento en que el avión aterrizara. Todo lo que había planeado acababa en ese momento. Mis planes en las últimas semanas incluían tomar varios exámenes finales, escribir ensayos, entregarlos, hacer la maleta, ir al aeropuerto, subirme a un avión, llegar a Boston… ¿y? No sabía que mas hacer. En un trance total y de frente al nuevo mundo, y sin mas que la firme certeza de que en algún lugar de mi ser, se encontraba un botón que encedía mi ‘sentido de sobrevivencia’ decidí repasar mi lista mental. Todo lo había hecho, lo único era aterrizar. En un momento de epifanía atiné pensar que lo lógico era aterrizar, agarrar mis pertenencias, salir del avión, buscar mi equipaje ¿y? lo demás no lo sabía. Ya habría tiempo para descubrirlo luego. El nuevo mundo esperaba ansioso y yo tenía la certeza de que el Atlántico nunca antes se había regocijado tanto por conocer a persona alguna. Aterrizamos, y aun un tanto inseguro y con un plan tan deleznable, proseguí a buscar mi equipaje. Me sorprendió que el aeropuerto fuese tan pequeño. En un par de minutos había aterrizado, recogido el equipaje, y sin darme cuenta me encontraba ya en la calle. Me detuve unos minutos a observar el paisaje, la gente, a oler el aire, a adaptarme a mi nuevo entorno. Armado del valor de aquellos que no saben a lo que se enfrentan, revisé el intinerario que me habría de llevar a mi destino. Las instrucciones eran claras y precisas, explicaban paso por paso cómo habría de llegar al campus de la Universidad. Jalando mis dos maletas, me subí al ‘shuttle’ que me conectaría con la línea azul del metro, que a su vez me llevaría a la línea roja, la cual me habría de conducir a la línea verde. Después de revisar esas mismas instrucciones no menos de quince veces, decidí recorrer el trayecto. El metro de Boston me pareció ‘acogedor,’ bastante fácil de utilizar y relativamente barato. Con dos dólares llegué del aeropuerto al campus. Simple y sencillo. Me sorprendió escuchar mi nombre justo al entrar por las puertas del campus. Desconcertado volteé. Era Laurentius (Rumanía) y Anurag (La India), que me habían reconocido de la foto que tenía en mi perfil en la página que el grupo encargado del seminario había abierto en el internet. Hablamos por unos minutos. Después de eso me dirigí a la oficina donde me registré para el seminario. Y me dirigí al cuarto.

……continuará……

martes, julio 03, 2007

El Viaje a Boston-NY





Hola a todos, como sabran hace unos dias estuve en Boston y NY. La verdad fue una experiencia increible. Todavia estoy en el proceso de escribir algo sobre el viaje, por en mientras, subi estas fotos para uds.